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¿Estamos abordando erróneamente la crisis de salud mental de los jóvenes?

Un nuevo informe argumenta que hay que considerar los cambios ambientales, sociales, económicos, políticos y tecnológicos que contribuyen al malestar juvenil en la actualidad.

Boy sits behind his backpack leaning against lockers with his hand on his head while two other people walk down the hall.
Credit…Getty

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Chloé Johnson, de 22 años, se siente desesperanzada últimamente.

Le cuesta concentrarse en sus clases del colegio comunitario en Dallas, que combina con un trabajo a jornada completa en el que cobra 18 dólares la hora como recepcionista.

Su coche se ha descompuesto, así que los 500 dólares que había conseguido ahorrar los destinará a pagar la entrada de un vehículo usado.

Y hace poco la rechazaron para un ascenso.

“Ahora mismo me siento muy asfixiada en esta situación”, dijo Johnson, a quien el año pasado diagnosticaron trastorno bipolar tipo II, depresión y trastorno por déficit de atención e hiperactividad. “No voy a ningún lado ni estoy haciendo ningún avance”.

Es un bucle sin fin: la salud mental de Johnson ha empeorado debido a sus dificultades económicas y sus problemas económicos han aumentado, en parte por el costo del tratamiento de salud mental, pero también porque sus trastornos han hecho más difícil obtener un título universitario que podría conducir a un trabajo más lucrativo.

“He reprobado varias asignaturas”, dijo. “Me agoto con mucha facilidad, así que me rindo”.

La salud mental de adolescentes y adultos jóvenes está en declive y se debe en parte a “megatendencias perjudiciales” como la desigualdad financiera, según un nuevo informe publicado el martes en la revista científica The Lancet Psychiatry. Las tendencias globales que afectan a las generaciones más jóvenes también incluyen el robo de salarios, la falta de regulación de las redes sociales, la inseguridad laboral y el cambio climático, todo lo cual está creando “un presente y un futuro sombríos para los jóvenes en muchos países”, según los autores.

El informe fue elaborado a lo largo de cinco años por una comisión de más de 50 personas, entre ellas expertos en salud mental y política económica de varios continentes y jóvenes que han padecido enfermedades mentales.

Los autores sostienen que la salud mental no es un mero problema individual que deba abordarse después de que alguien enferme; también es necesario centrarse colectivamente en los cambios ambientales, sociales, económicos, políticos y tecnológicos que contribuyen al malestar mental.

Aunque las “megatendencias” identificadas en el informe existen desde hace décadas, los autores sostienen que se han agravado.

“Tenemos que invertir rápidamente en intervención precoz”, así como en nuevos tratamientos y nuevas formas de atender a las personas, dijo Patrick McGorry, autor principal del informe y psiquiatra en Australia. “Si los jóvenes acaban muriendo, recibiendo asistencia social o simplemente rindiendo por debajo de sus posibilidades en gran número, entonces la cohesión social y la productividad se ven seriamente afectadas. Eso está ocurriendo ahora”.

Aunque la investigación y el discurso público tienden a centrarse en los posibles efectos negativos de las redes sociales y el tiempo frente a la pantalla, los autores del informe subrayaron que los factores económicos y medioambientales también pueden desempeñar un papel importante en el deterioro de la salud mental de los jóvenes.

Según la comisión de The Lancet, las tendencias económicas de las dos últimas décadas han contribuido a problemas como el aumento de la deuda estudiantil, las disparidades de riqueza entre las generaciones mayores y las más jóvenes y la dificultad para encontrar y mantener un empleo.

Según una encuesta realizada en 2023 por la Asociación Estadounidense de Psicología, los adultos jóvenes como Johnson declaran niveles de estrés más elevados que las generaciones mayores. La encuesta reveló que las personas de entre 18 y 34 años son más propensas que los adultos mayores a declarar que se sienten “consumidos” por sus preocupaciones sobre el dinero.

La preocupación por el clima también se está convirtiendo en una queja cada vez más común. Las búsquedas en internet sobre temas relacionados con la ansiedad climática se han disparado. Los profesionales han creado grupos de apoyo entre pares, un directorio en línea de terapeutas sensibilizados con el clima y programas de certificación en psicología climática.

Michael, de 38 años, quien utiliza su segundo nombre para proteger su intimidad, dijo que su ansiedad por el estado del medioambiente comenzó cuando tenía poco más de 30 años y que desde entonces ha acudido a terapia para tratarla.

“Parece que no nos preocupamos para nada por el mundo que nos rodea”, dijo Michael, quien vive en Baltimore. Pequeñas cosas, como ver flotas de camiones repartiendo artículos a domicilio o la basura en los conductos de agua, le hacen sentir enfadado o temeroso sobre el futuro. La “desidia desconsiderada” es “muy difícil de soportar”, añadió.

La decisión de la comisión de centrarse en los cambios sociales que contribuyen a los problemas de salud mental señala un cambio de paradigma en este campo, dijo Lisa Fortuna, presidenta del consejo de niños, adolescentes y sus familias de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.

Aunque es importante asegurarse de que se atienden las necesidades de salud mental de un individuo, los psiquiatras y otros profesionales de la salud mental reconocen cada vez más la importancia de dar un paso atrás para examinar los problemas más generales que afectan a las personas, como el racismo, la desigualdad de ingresos y las barreras para acceder a los servicios de salud mental, añadió Fortuna, quien no formó parte de la comisión de The Lancet.

El nuevo informe ofrece múltiples sugerencias, entre ellas una mayor financiación pública destinada a la salud mental de los jóvenes, la mejora de la vivienda y la asequibilidad de los alquileres y oportunidades educativas accesibles. Los autores también hacen hincapié en la necesidad de dar continuidad a la atención de salud mental entre los 12 y los 25 años, ya que los pacientes pasan a los servicios para adultos al cumplir los 18 años.

“Ayer tenían 17 años. Hoy tienen 18, pero no son tan diferentes”, dijo Fortuna. Es una “edad muy vulnerable”, y los adolescentes pueden beneficiarse de contar con un proveedor que conozca a fondo esa etapa del desarrollo, añadió.

Otras prioridades incluyen la necesidad de desarrollar servicios de salud mental que sean sensibles a la identidad cultural del cliente y pedir a los jóvenes que han padecido enfermedades mentales que se asocien con las organizaciones que pretenden ayudarles.

Los datos apuntan claramente “a una sociedad cada vez más enferma”, dijo McGorry. “Ya nadie puede afirmar que está a oscuras”.

Christina Caron  es reportera del Times y cubre salud mental. Más de Christina Caron


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